jueves, 12 de marzo de 2009

El fallo de Descartes

René Descartes, en el siglo XVII, comenzó a dudar de todo, poniendo en entredicho incluso la percepción de sus propios sentidos. Esto provoca que se pregunte de qué puede estar seguro. Se contesta a sí mismo afirmando que sólo puede estar seguro de que se está preguntando de qué puede estar seguro. Lo único de lo que está seguro Descartes es de que piensa, y por lo tanto, existe.

Metafísica aparte, lo cierto es que la filosofía cartesiana nos ha acompañado hasta nuestros días. Y no sólo eso: las matemáticas actuales le deben mucho a este polivalente gabacho. Si pensamos un poco, nos daremos cuenta de que vivimos en una sociedad donde la razón se impone sobre todo lo demás, hasta el punto de que hasta el siglo XX, los científicos, políticos y psicólogos han obviado un componente humano mucho anterior al neocórtex: me estoy refiriendo a la capacidad emocional del ser humano.

Esta capacidad, compartida con otros mamíferos, está cobrando en este último siglo una especial relevancia, aumentando ésta exponencialmente en nuestros días. El primero en sugerir unas ciertas capacidades no cognitivas muy importantes en el ser humano fue Robert Thorndike. A esto le llamó inteligencia social. A partir de este punto, diversos investigadores ahondaron en estas capacidades "no racionales", hasta que en 1990 Salovey y Mayer acuñaron la primera definición de inteligencia emocional.

El mundo seguía su curso "normal y racional" hasta que en 1994, los autores estadounidenses Murray y Herrnstein publicaron su libro "La curva de la campana", que proponía, básicamente, dos ideas sin ningún fondo científico, las cuales no voy a entrar a juzgar:
  • Los blancos, por cuestiones genéticas, poseen mayor cociente intelectual (CI) que los negros
  • Las personas con CI bajo están condenadas irremediablemente a ser infelices.
Todos nos podemos hacer una idea de lo que supuso la publicación de este libro.

Pues bien, en 1995, Daniel Goleman, basado en el trabajo de Salovey y Mayer, publicó su famoso bestseller "Inteligencia Emocional", que impulsó una verdadera revolución en la cultura norteamericana y en el mundo entero. En este libro se ofrece la primera "prueba" de que los factores emocionales y sociales son muy importantes en la vida de una persona, llegando a poder marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. La sociedad norteamericana respiró: ya no eran tan tontos e inútiles. El CI no lo era todo.

Y digo yo: ¿alguien puede concebir su vida sin emociones? Lo más seguro es que la gran mayoría de nosotros nunca nos hayamos planteado dicha pregunta, porque no estamos acostumbrados a pensar de forma consciente en ellas.

De manera personal, después de comprender la importancia de la información emocional para el avance y el desarrollo de las personas, debo responder al gran Descartes con una invitación a la reflexión:

"¿Pienso, luego existo? Yo siento, luego existo."



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