Lo cierto es que me apetecía mucho que se celebrasen unas Olimpiadas en Madrid, ciudad en la que resido. En un alarde de oportunismo [y siendo bastante ventajista], me hice voluntario para los Juegos de Madrid 2016 en cuanto vi que nos metíamos en la final. Me apasiona el deporte.
Me perdí las presentaciones de Chicago y de Rio. Aún así, me mantuve informado de los hilos que se movían a las espaldas del espectador a través de esta maravillosa entrada, que revelaba, ya a primera hora, por qué Rio iba a ganar. Esto estaba decidido ya mucho antes de Copenhague, me temo.
La presentación de Madrid me emocionó tremendamente. Creo que ponía de manifiesto el espíritu deportivo de este país. Ponía de manifiesto (y se me están poniendo los pelos de punta mientras escribo esto) que el deporte es el único clavo sin arder al que se agarran los españoles para decirse a sí mismos que somos una misma nación, un mismo pueblo, que somos hermanos. Lejos de zapateros y rajoys, de azules o rojos, de andaluces o gallegos. El deporte nos une, siempre lo ha hecho, y siempre lo hará. Esa es su magia, la magia del sentimiento que consigue traspasar cualquier frontera.
También es cierto que he escuchado distintas opiniones acerca de nuestra candidatura: algunas personas consideraban que sólo valdría para que los cuatro de siempre siguieran chupando del bote, para que se enriquecieran las constructoras, para subir los impuestos, para que el faraón Gallardón I continuara con sus enfermizas obras...(por cierto, odio del Plan E). La verdad es que estoy firmemente convencido de que sería algo tremendamente beneficioso para la ciudad. Y si no, pensad cómo cambió Barcelona antes y después del '92...
Ahora la pregunta que lanzo es: ¿Debería presentarse Madrid a la candidatura de 2020?
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