viernes, 16 de septiembre de 2011

100km en 24horas (IV y V): San Sebastián de los Reyes-Tres Cantos-Colmenar Viejo

Tus músculos se habían quedado congelados al estar expuestos a aquellas temperaturas tan bajas a altas horas de la madrugada. Reanudaste la marcha muy lentamente, dejando que tus piernas poco a poco se fueran calentando. Sabías que era factible conseguirlo, pero también eras consciente de que aún te quedaban unos 24 km por delante. Sólo quedaba dejarte llevar, y no enfocarte demasiado en tus dolores. La cuesta arriba que os daba la bienvenida al reanudar la marcha funcionó como la metáfora perfecta de lo que este último tramo supondría.

Tu ánimo se encuentra al 80%. Has conseguido romper la barrera psicológica de llegar a San Sebastián, y en tu cabeza no dejar de resonar que "ya lo demás es cuesta abajo". Le confiesas a Paco que antes tu ánimo estaba muy decaído. Como si no se hubiera dado cuenta...

Las ampollas comienzan a mermarte de verdad por primera vez en estos 75 km que sumas a tus espaldas, pero el dibujo del amanecer en el cielo te hizo olvidar todo por unos instantes. Paco fue, especialmente en estos kilómetros finales, fundamental. Te dejó sus bastones, te ofreció pasas que te dieron la vida y te animó cuando flojeabas.

Por el camino sufriste al ver personas que iban literalmente arrastrando sus piernas, a un ritmo muy lento. Sabías que no lo conseguirían así, y al pasar a su lado les ofrecías un poco de tu energía en forma de ánimos. Os unisteis a un grupo de chicas de Murcia, tremendamente fuertes y resistentes. Mientras charlabais, tu femoral te avisaba de que no estaba bien, lo que te forzaba a andar tirando de la cadera, sin doblar demasiado la pierna. Pensaste si tenías en casa el teléfono del fisioterapeuta. Bien.

Tu estómago te pide comida cada 5 minutos, era impresionante la forma en la que tu cuerpo te demandaba energía en esos kilómetros de último y máximo esfuerzo. Paco y tú sólo pensabais en llegar, ya os daba igual entrar en las 24 horas estipuladas. "Esto lo acabo yo como sea", pensabas. Tu ánimo decae por momentos al ver que tus pies están bastante cansados, pero aprendes a escuchar otras voces, a enfocarte en otras sensaciones. Hasta en un atasco podrías escuchar música clásica saliendo de un coche.

Al llegar al carril bici por el que algunas mañanas habías corrido antes de ir a trabajar, no puedes evitar sentirte en tu territorio, y eso te impulsa. La gente con la que ibais apretaba, pero Paco nunca te abandonó. Le necesitabas, ahora que estabas más cerca que nunca.

Al llegar al polideportivo de Tres Cantos, ni te molestas en coger tu mochila. Refrescas tus pies, y decides quitarte el apósito que cubría tu ampolla, te estaba molestando con su roce. Mala idea. Terrible. Aprendiste que si no es por una razón crítica, nunca debes quitarte algo que te estorbe ligeramente. Comes una ensalada de pasta, y reanudas la marcha buscando el triunfo. A pocos kilómetros te espera la meta. Con el tiempo ajustado, eso sí.

De camino a Colmenar, atraviesas unos pedregales. Te das cuenta de que corriendo al trote los desciendes mucho mejor. Te relaja algunos músculos que, para entonces, llevas al límite. 3 kilómetros después, llegas a un avituallamiento. ¡Sólo faltan 8 km!

A medida que avanzáis, vais dejando gente atrás. Gente dolorida. Gente que, incluso, se tambalea. Llegaba la hora de atravesar unos riachuelos cruzando por encima de unas piedras. Hay chicas delante en una fila, y tardan demasiado en cruzar por el miedo a caer. Te estaban cortando el ritmo, y tus músculos se enfriaban. Un "¡Vamos, ostias!" saliendo de tu boca revelaba que estabas enfadado. Sabías que cualquier pequeño fallo en este punto podía mandar todo al traste. Eres consciente, además, de que el recorrido que te queda tiene una pendiente muy fuerte, lo conocías bien. Con lo que no contabas tampoco es con la salida del sol, que poco a poco comenzaba a hacerse notar.

Entonces piensas que quizás no haya sido buena idea haber cogido una única botella de agua. Está a menos de un tercio de su capacidad, y te queda un tramo horrible por delante con el calor emergiendo. Con la idea de reservar agua y la esperanza de encontrar un avituallamiento pronto, prosigues tu marcha. Notas que Paco está un poco impaciente, él va mejor que tú. Escribe un mensaje desde unos metros más alante y te dice: "tú siempre clavas los tiempo de llegada, ¿a qué hora crees que llegaremos?". "A las 11.35, 5min+-" le respondes. En ese momento, te comunica que decide apretar el ritmo, lo cual provoca que te quedes solo. Está bien, lo peor ha pasado, un momento de soledad lo podías incluso agradecer.

El problema es que empiezan a aparecer las cuestas, una y otra vez. El sol aprieta de verdad. Te tapas con tu buff para no quemarte la oreja derecha. Cuestas. Es lo único que alcanzas a ver en cada cambio de rasante, y ni rastro del puto avituallamiento. Te enfocas demasiado en lo sediento que estás, en el calor....y temes desmayarte. De pronto, encuentras a un viejo conocido de la salida. Hablas un poco con él, aunque no tenías energía para ello. Tu ánimo se encuentra al 35%, tu estado físico al 20%. La desesperación se apodera de ti, y la detienes momentáneamente cuando este chico te ofrece algo de agua. Bebes dos buches, el tercero lo dejas en tu boca y lo escupes dentro de tu botella. "Por si acaso", piensas. Estabas jodido, de verdad. Comes un melocotón para meter más agua a tu cuerpo, y respiras hondo para hacer desaparecer la mala hostia que llevabas encima. No era normal no haber colocado un solo punto de avituallamiento en medio de esas vorágime de esfuerzo vertical. Pero sabías que el enfado te activaba y consumía energía que necesitabas para otras cosas. Mejor dejarlo a un lado...

Coges una botella vacía del suelo, sabías que al final de ese infierno habría una fuente. Pero descubres, con sorpresa, que un punto de avituallamiento te espera a falta de 1.5 km para llegar a la meta. Una mezcla de indignación y alegría te invade. Te bebes dos botellas del tirón. Tu ánimo sube al 60%, y para relajar tus piernas trotas durante unos 500 metros. Ya queda poco. A lo lejos, se divisa el polideportivo. Es el momento de sacar tu cámara para grabar la entrada.

Bajas una cuesta sin saber muy bien qué sientes, cuando de repente, allí los ves. Han venido a recibirte. Alberto, Aura. Sin palabras. Los últimos metros hacia la meta hicieron que la emoción te embargara. El apoyo del amor y la amistad, la mano que te empujó en los metros finales, que compartió contigo la alegría del éxito, del triunfo. Pensaste además en toda la gente que te había estado apoyando, que no habían siquiera dudado de que lo conseguirías.

El cruzar la meta supuso un instante de disfrute infinito, la euforia te embargaba. El alivio después de curar la herida. Un diploma acreditaba que completaste los 100km en 23:40. Objetivo conseguido. Y de todo esto aprendiste muchas cosas, pero sobre todo, te reafirmaste en la idea de que hagas lo que hagas, el apoyo de la gente, de una o de otra manera, es crucial. Si quieres llegar rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve bien acompañado.

Una cosa importante en la vida, es acabar lo que se empieza. Bien o mal. Con éxito o sin él. Pero acabarlo. Retirado o entrando en meta. El placer del reto no se basa en la consecución del mismo. El camino es lo que más te puede hacer disfrutar, no el fin.

7 comentarios:

El blog que te hará pensar dijo...

Eres un puto crack...escribes increible y haces que te lo imagines como si fuéramos tú.

23:40...que crack...por los pelos pero lo conseguiste...me recuerda mucho al Camino de Santiago y muchas emociones similares...la emoción de la meta sin duda lo mejor...

Me hubiera gustado estar allí para verte...y haberme dicho que pasabas por Tres Cantos que te habría llevado un par de botellitas de agua jeje.

Un abrazo y lo colgaré en mi blog esto si no te importa que me parece genial.

Alberto Fernández dijo...

Comencé contigo ese camino y lo terminé contigo también, no podía hacer menos. Nunca abandono a un amigo en el camino ;)

Un fuerte abrazo y gracias por revivir esa vivencia tan especial, eres un tío muy grande.

Unknown dijo...

Sabes que leí esto antes del sábado. Y que me encantó. Próximamente escribiré yo mi propia crónica de mi último reto.

Gracias por compartir con nosotros esos momentos tan especiales.

Un gran abrazo.

Feliun dijo...

Muchas gracias por vuestro comentarios, amigos. Me alegro de que os haya gustado. Espero poder publicar pronto por algún motivo similar.

David IE dijo...

Muy emocionante la llegada!! Y muy bien redactado, te hace sentir al lado de ti.

manuel dijo...

Bravo Felipe!!!!

Siempre me sorprendes, por eso, no dejo de admirarte. Me sumo a los que han destacado con acierto lo magnificamente que has descrito y narrado tu experiencia. Y eso se traduce, en que cuando la lees, parece que tu mismo la estas viviendo.

Solo añadiría algunas conclusiones más sobre la misma, para que podamos reflexionar todos en voz alta:

- Nadie puede alcanzar una meta si no la ha visualizado antes, a través de un sueño.
- No importa la distancia, los obstáculos o lo angosto que sea el camino hasta el triunfo. Una gran meta se puede descomponer en metas pequeñas, que son mucho más alcanzables y por ello reforzantes.
- La peor limitación que podamos encontrar, son nuestras propias ideas limitantes. "Si crees que puedes, como si piensas que no, estás en lo cierto."
- Lo verdaderamente estimulante de cualquier triunfo, es que se pueda compartir. "La felicidad compartida se multiplica". "La ambición ciega solo nos destina a la soledad".

No obstante, me encantaría ir un poco más allá de estas reflexiones. Apoyándome en mi propia percepción sobre como eres e indagando en el inconsciente que te guió para describir y compartir esta experiencia, yo te diría que en la vida tu también eres "Un corredor de fondo". Me viene a la mente una letra de la canción de mi admirada Marí Trini, en la que ella también se comparaba con un corredor de fondo buscando el sentido de su existencia. Decía algo así: "como el corredor de fondo, lucho, grito, lloro, pero corro...¿ A donde? ¿ En donde estaré" Ofrezco una recompensa, si a mi otro yo me entregan. Mi corazón alquilado, se para si no le pago."

Eres un corredor de fondo, un luchador incansable, perfeccionista, autoexigente y con mucas ganas de exprimir la vida, hasta la última gota. No sé si te habrás percatado que muchas de las cualidades que destacas en tu experiencia son paralelas a cualquier proceso de "resiliencia" o de reinventarse a si mismo, ante las dificultades. Y esto no es casualidad. Por ejemplo, la paciencia, "el autocontrol", "La creatividad", "buscar la orientación más positiva", "comprobar continuamente las fuerzas, para que no se agoten", "saber esperar el mejor momento y no desesperar en el tiempo" "aprender de los errores".

Este hecho no es casual. Estas en una etapa de tu vida de pura "Resiliencia", buscando nuevas metas, aceptación, perdón, equilibrio emocional y personal y acercándote al Felipe que "quieres llegar a ser". Asimismo, destacaría que en tu motivación te quieres alejar de la rutina, de la conformidad, del cansancio, de lo impuesto, de lo artificial... Y te quieres acercar a una meta mucho más humana: "El amor por los demás" y "Compartir tu triunfo".

Te pronostico que nunca irás solo corriendo por las autopistas de la vida. En cualquier carrera o competición, si no llevas a alguien a tu lado, lo buscarás en tu corazón. Todo ello, nos lleva a la siguiente conclusión: Esta muy bien que quieras competir y alcanzar metas, pero no olvides nunca tus necesidades básicas: "Necesitas compartir", "Necesitas ser querido", como nos ocurre a millones de seres humanos.

Para finalizar, te planteo el siguiente dilema: ¿ Si tuvieses que elegir entre llegar a la meta o acompañar a uno de tus seres queridos que se han caído en el camino, qué elegirías?

Un abrazote, Maestro.

MANUEL

Feliun dijo...

Muchas gracias por todos los comentarios. Con respecto a tu pregunta, Manuel, elegiría sin duda acompañar a mi ser querido. Ninguna meta es suficientemente importante como para olvidar esto.